Comer en familia: el mayor aprendizaje
Sabemos que los hábitos que adquirimos en los primeros años de vida, son los que perdurarán en nuestra vida adulta.
Estos hábitos corresponden desde la lectura, a la higiene personal e incluso a la alimentación. Somos reflejo fiel de las costumbres y hábitos que nuestros padres, sin querer y queriendo, nos han transmitido.
El momento del almuerzo y/o la cena en familia, es un momento en el que se transmiten y adquieren hábitos alimentarios y de sociabilidad muy importantes.
Comer en familia debe ser un ejemplo saludable que transmiten los adultos, además de ser “un freno” a los malos hábitos que pueden generarse, como por ejemplo: repetir porciones, no comer las verduras, rechazar la fruta como postre, etc.
Hoy en día, con la vida que llevamos, puede ser difícil generar una instancia de encuentro en la semana en la que puedan comer juntos todos los integrantes de la familia. Lo bueno es que podamos encontrar el momento, este puede ser a la hora de la cena y/o los fines de semana. Hacernos ese espacio en el que se pueda compartir, no solo para cubrir la necesidad de alimentarnos sino también como momento de intercambio de vivencias y acercamiento familiar.
Los niños que comen solos, o frente al televisor u otras distracciones, son más propensos a adquirir hábitos poco saludables.
Parte de esta costumbre saludable es, también, involucrar a los niños en el momento de la compra y la elaboración de lo que van a comer. Es muy importante que valoren el esfuerzo de elaborar sus propios alimentos y que adquieran costumbres sanas en la preparación de la comida.
Según datos de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición, los niños que comen en familia por lo menos 3 veces a la semana, disminuyen un 32% el riesgo de padecer trastornos alimentarios y un 15% la posibilidad de ser obesos.