Tras el diagnóstico de una alergia a alimentos descubriremos dificultades impensables y retos superables en nuestra vida cotidiana que jamás antes hubiéramos imaginado en nuestro pequeño universo personal. Deberemos convertirnos en pacientes expertos en nuestro propio autocuidado y en consumidores informados para excluir en nuestra dieta a un alimento o a varios de ellos cuando se presentan de forma unitaria –un vaso de leche de vaca, un huevo, unas almendras, un pescado, etc. – o de forma oculta como aditivo, etc. Todo ello con mucho cuidado atendiendo a nuestra reactividad y a la severidad de nuestras reacciones alérgicas.
Por ello, muchas veces deberemos evitar ingerirlo, pero también tocarlo o inhalarlo. Estaremos alerta a la hora de consumir productos alimentarios y también con los cosméticos o los fármacos.
Hoy los ingredientes de un producto están globalizados, una forma de decir que “todo está en todo”. Leyendo atentamente las etiquetas vemos que la leche de vaca, el huevo, los frutos secos, el pescado, etc… y/o los derivados de todos ellos están presentes en los productos finales presentados ante el consumidor. Con la vigente normativa general de etiquetado hay un listado de alimentos que deben figurar de forma explícita en las etiquetas sea cual sea su cantidad final como ingrediente en el producto. Esta iniciativa legislativa nos da idea de la magnitud de la alergia alimentaria, al menos en la Unión Europea. Algunos fabricantes optan por grafiar “…puede contener trazas de…” como aviso para la prevención y para su propia protección jurídica y esta advertencia devuelve al alérgico alimentario al umbral de incertidumbre que había padecido con anterioridad a la aplicación de la nueva legislación sobre etiquetado, ya que los pacientes más sensibles o reactivos no podrán consumirlos.
Tendremos cuidado también con los cosméticos (geles, jabones, cremas, protectores solares, etc) ya que en su composición pueden estar los alimentos o sus derivados. Las denominaciones de esos ingredientes vienen determinadas por la nomenclatura internacional INCI. Lo mismo deberemos hacer con los medicamentos indagando sobre la existencia de las proteínas a evitar en las formulaciones.
Cuando un producto alimenticio, cosmético o un medicamento no contiene el alimento que se debe evitar y no existe peligro de contaminación en su fabricación en las líneas de producción y de envasado o durante su manipulación en la cocina o en el mostrador es cuando el alérgico a alimentos lo reconoce y consume como producto seguro.
Alérgicos e intolerantes a alimentos necesitamos total transparencia en la información sobre los productos que consumimos. Como colectivo emergente que somos buscamos complicidades y compañeros en nuestro viaje hipoalergénico, por ello las iniciativas como la publicación de “trazas” son recibidas siempre con agrado y contribuyen a que se nos visualice mejor.
Fuente: Fernando Jaime, presidente de Immunitas Vera.
Publicado en Trazas, revista especializada en productos y servicios para intolerancias y alergias alimentarias. Número 1. Primer trimestre de 2011.