Una de las cosas que más abruma a las familias que deben seguir una dieta de exclusión de uno o varios alimentos es la incomprensión generalizada de nuestra situación.
Nos afectan las caras de asombro ante nuestras explicaciones para dar pautas de prevención de las reacciones adversas, nos hieren los comentarios en tono de broma que nos resultan desagradables o claramente ofensivos, nos indignan los casos manifiestos de no comprensión del tema o de no tener el mínimo interés en comprender, etc.
Unos u otros intentan minimizar, desdramatizar, minusvalorar o simplemente ofender, cuando lo que estamos intentando explicar es una serie de prevenciones para no padecer una reacción. Lo que queremos es comunicar unas pautas de acción o de omisión, y no solamente recibir una sonrisa piadosa o falsamente compasiva; tampoco que nos consuelen la angustia. Estamos comunicando cosas concretas que nuestro interlocutor no quiere/no puede comprender.
Especialmente dolorosa es…
Especialmente dolorosa es la incomprensión cuando la recibimos por aquellos que en teoría cuidan nuestra salud (entendiendo la salud en los ámbitos físico, psicológico y ambiental). Como en el caso de una señora ( C.B) , una adulta en la sesentena con varias intolerancias que nos contaba en las reuniones de Immunitas Vera: “Durante años me mediqué para la ansiedad y para mi depresión… ¡claro que estaba deprimida! Durante años me encontré fatal cada día y no tuve ningún diagnóstico hasta hace poco!”.
También es dolorosa la incomprensión cuando afecta a un menor en la escuela. En el caso de M.J. explicaba claramente: “Yo ya me he cansado de que me tomen por loca, maniática o histérica, explico lo que hay, les doy el protocolo y si lo entienden lo entienden y si no pues no. Intento no disgustarme”.
Si la incomprensión proviene de la propia familia también duele. Lo explica F.J.: “Mi madre, que es la abuela, no entendió la magnitud de la prevención hasta que la niña estuvo ingresada en el hospital y hasta que acudimos a Urgencias en varias ocasiones. Hoy, simplemente, nunca nos invita a comer”.
Ha mejorado la divulgación sobre la alergia pero aún encontramos actitudes sujetas a prejuicios (“son manías, es una tontería, hay cosas peores…”). Y no debieran causarnos daño, más que nada para ahorrar la energía que necesitamos para estar siempre alerta en la prevención.
La Resiliencia
Hay un concepto de la física que se viene utilizando en psicología: la resiliencia, que no es la resistencia. La resiliencia es la capacidad del individuo para afrontar situaciones adversas, de riesgo o estresantes , sobreponerse a esas situaciones e incluso salir fortalecido. Personas que han resultado fortalecidas a pesar de haber vivido o padecido el infortunio, la tragedia, la muerte, la desaparición o la tortura, el riesgo vital o cualquier otro desastre.
Podríamos hablar de una resiliencia alérgica.
Un pequeño ejemplo es el de M.A.: estuvo más de un año intentando su tienda de dietética adquiriera productos seguros para la dieta de exclusión. La señora de la tienda acababa siempre diciendo “todo esto es sin gluten” o “es bueno, porque es natural”. Sin entender y sin querer entender. No se hirió y no desfalleció M.A.: hoy consigue allí sus productos seguros y en la tienda encargan los productos que solicita.
La resiliencia alérgica es necesaria para nosotros en todos y cada uno de los ámbitos en los que nos movemos.
Otro ejemplo de resiliencia cotidiana lo da M. de 10 años. Ante un comentario bienintencionado sobre su menú “especial”, contesta friamente: “No es especial, simplemente no tiene leche de vaca”. Y continúa con su comida.
Grandes resilientes. Grandes personas. Sobre todo los niños y niñas.
Fuente: Nota de diciembre 2009.- http://immunitasvera.org/wp/resiliencia-alergica/