La cesta de la compra sin gluten es 1.174 euros más cara al año.
Imagine ir al supermercado y que unas barritas de cereales le costasen 4,89 euros en lugar de 1,23. Imagine ir a la panadería y que una barra de pan le costase 1,11 euros en vez de 0,17. Ahora imagine que esto fuese totalmente real. Pues bien, no hace falta imaginárselo porque sucede. Las familias con miembros celíacos ven incrementado el coste de su cesta de la compra en 1.174,24 euros al año (un 288,56%) respecto a la de una familia tipo, según el Informe de Precios de 2016 de la Federación de Asociaciones de Celíacos de España (Face).
El gluten es una proteína presente en la mayoría de los alimentos que incluyen trigo, cebada, centeno y avena, que las personas celíacas no son capaces de absorber. Su ingesta provoca una atrofia severa de las vellosidades intestinales en las personas genéticamente predispuestas. Actualmente hay medio millón de personas con celiaquía en España, pero aún no alcanzan el 1% de la población.
“Para los celíacos el alimento sin gluten es la medicina”, afirma el director general de la Asociación de Celíacos y Sensibles al Gluten, Roberto Espina, pero se ven obligados a asumir un 21% de IVA que eleva la categoría de estos productos de primera necesidad a la de productos de lujo. Pero, realmente, ¿a qué se debe esta diferencia de precios?
Pablo Bazco, el director gerente de Dr. Schär ‑una de las empresas fabricantes de productos sin gluten más importantes a nivel internacional‑, cuenta a EL MUNDO que el sobrecoste se debe al proceso productivo, en el que se encuentran con dos impedimentos: es mucho más caro encontrar almidones y harinas especiales que las que llevan gluten y se necesitan fabricantes que aseguren la trazabilidad del producto para que no haya contaminación cruzada. Todo ello conlleva una mayor inversión que la de las empresas dedicadas a fabricar artículos con gluten.
Producir sin la proteína “es más caro porque las materias primas son más caras que las del trigo, tenemos que tener empresas que aseguren que no hay contaminación cruzada y es más caro porque hace falta I+D para hacer un producto óptimo”. A todo esto hay que sumarle que “un fabricante normal con azúcar, agua, levadura… te puede hacer un pan”. En cambio, las empresas dedicadas a producir sin gluten tienen que hacer unos mixes compuestos que llevan muchas veces 15 o 20 productos, para poder conseguir una masa buena y aceptable que sustituya al gluten.
El límite de la caducidad
Otro factor a tener en cuenta es que, según Espina, “la rotación en el supermercado es de una o dos veces por cada 40 o 50 del otro, por lo que hay más producto sin gluten que se queda en el mercado o que caduca”, lo que hace que las empresas incurran en pérdidas. Otro motivo es el desembolso que los fabricantes de productos libres de gluten deben hacer en maquinaria. Producir para un 1% de la población requiere una inversión en torno a los 100.000 euros en los medios mecánicos necesarios, mientras que una panadería industrial gastaría la misma cantidad para el 99% de los consumidores. La amortización en empresas como Dr. Schär ‑dedicadas únicamente a fabricar sin gluten- es menor, y ésta es otra de las razones por las que los precios son mayores.
En España, cada año el número de personas con celiaquía se incrementa un 15%, y un 75% están aún sin diagnosticar. Para las empresas dedicadas al sin gluten son porcentajes que aseguran una evolución positiva del mercado ya que, según Bazco, es un sector que “ha crecido un 26% en el último año y sigue creciendo a cinco años en torno a dos dígitos, más del 20%”.
Un sector de moda
En los últimos años las empresas del sector han observado un aumento de ventas gracias a una corriente de EEUU que ha traído consigo la moda de alimentos sin gluten para adelgazar o para comer más sano ya que, en muchos casos, los productos para celíacos son de mayor calidad que los que llevan la proteína, por la selección de componentes y el estricto control productivo. También hay personas sensibles al gluten que, aunque no están diagnosticadas como celíacas, sufren malestar por su ingesta. “Es un mercado incontrolable”, según Bazco, que “aún no conocemos”.
Además del costoso proceso productivo, fabricar sin gluten conlleva un doble control de calidad para evitar la contaminación cruzada, el mayor riesgo al que se enfrenta un celíaco. Una panadería industrial tiene 10 partículas por millón de harina en suspensión en el ambiente. En Dr. Schär “bloqueamos toda la materia prima que nos llega en un almacén previo y no la liberamos hacia producción hasta que hacemos nosotros nuestros propios análisis en fábrica”. Ahí radica la diferencia de precio con los productos con gluten, porque, una vez pasado el proceso de horno y empaquetado, la inversión es la misma.
Espina afirma que “cada vez hay más celíacos diagnosticados, las producciones son más grandes y sí que se va reduciendo [el precio], pero siempre existirá una diferencia”. Tanto Dr. Schär como la Asociación de Celíacos coinciden en que el precio ha bajado y puede bajar más, pero siempre habrá un límite que será insalvable. “El mercado ha cambiado radicalmente”, según Bazco, “porque en España hace 15 años dos baguettes costaban alrededor de 1000 pesetas [seis euros]. Ahora cuestan en torno a dos euros; casi tres veces menos de lo que costaban”.
Ayudas estatales
Ayuntamientos de España han presentado Proposiciones No de Ley instando al Gobierno a que se creen ayudas económicas para la compra de productos sin gluten. En ese sentido, España está a la cola de Europa. Numerosos países han establecido medidas para ayudar económicamente al sector celíaco incluyendo los productos sin gluten dentro del régimen de la Seguridad Social o facilitando su adquisición. Según datos de la Face, Francia concede un tope mensual de 33,5 euros a los niños y de 45,73 euros a los adultos a través de la Seguridad Social. Malta favorece la compra de productos sin gluten por prescripción médica. Y en Dinamarca hasta los 18 años los celíacos perciben 40 euros al mes que aumentan a 200 euros una vez superada esa edad y hasta los 65 años. En Portugal el IVA es reducido (del 5%), y los gastos desgravan en la declaración de la renta.
Asegura Bazco que le gustaría ajustarse a los precios de los productos con gluten pero “no tendríamos futuro ninguna de las compañías que hacemos productos sin gluten”. Una posibilidad sería la subvención del Estado pero “en tiempos de crisis hay otras prioridades que el sin gluten”.
De momento, en España algunas Comunidades Autónomas dan ayudas, bien en forma de lotes de productos, bien económicas. El Gobierno extremeño proporciona lotes de alimentos a los celíacos con bajos recursos económicos, mientras en Navarra y País Vasco los celíacos perciben un subsidio económico. En la primera, el importe no supera los 90 euros y se decide en función de la cuantía del crédito presupuestario, del número de peticiones y del número de celíacos en una misma familia; y en el País Vasco, la Diputación Foral de Bizkaia ofrece 80 euros sólo a residentes. Sin embargo, estas ayudas aún resultan insuficientes.
Con el tiempo se verá si el sector celíaco debe resignarse a aceptar la diferencia de precios definitivamente o si se logrará que los gobiernos incluyan este asunto en su agenda económica.
El último año, este mercado ha crecido un 26% y para los próximos cinco se prevé un aumento del 20%.
Fuente: Elmundo.es — Nota publicada el 12 de junio de 2016.-