Para entender un poco sobre esto, los alimentos funcionales nacen como respuesta al gran interés por la salud y la alimentación en Japón en 1984. Fueron desarrollados específicamente debido a la preocupación de las autoridades sanitarias japonesas, por preservar una mejor calidad de vida a su población cada vez más longeva.
En el mundo ha aumentado considerablemente el interés de los consumidores por conocer la relación que existe entre la dieta y la salud. Hoy en día la gente reconoce en mayor medida que llevar un estilo de vida sano (incluida la dieta), puede contribuir a reducir el riesgo de padecer enfermedades y dolencias, y a mantener el estado de salud y bienestar. Esto contribuye a impulsar el desarrollo del mercado de los alimentos funcionales en el mundo.
Los alimentos funcionales en dicho país y en el mundo entero continúan con enorme crecimiento. Jugos enriquecidos con diferentes tipos de vitaminas, yogures de todo tipo, productos lácteos con agregados, son claros ejemplos de este tipo de alimentos que no faltan en ninguna superficie comercial.
Me pregunto: ¿son más un alimento o más un medicamento?. Todos vemos en las publicidades los valores beneficiosos para la salud que se le adscriben al producto en cuestión. Si son un medicamento creo necesario ser más exigentes con ellos, como se hace en la industria farmacéutica.
El que siga existiendo esta ambigüedad a la hora de hablar de los alimentos funcionales hace que aún exista posibilidad por parte de la industria de publicitar dichos alimentos con propiedades poco claras, que los consumidores podríamos interpretar como «curativas», «preventivas» o casi «milagrosas».
Son muchos los términos que se han acuñado para nombrar a este nuevo tipo de alimentos (alimentos funcionales, alimentos de diseño, nutraceúticos, farmaalimentos, etc.) aunque existen significativas diferencias entre todos ellos.
¿Pero qué son realmente los alimentos funcionales?
Hoy en día no existe una definición legal, generalmente se considera que son aquellos que le confiere al consumidor una determinada propiedad beneficiosa para la salud, independiente de sus propiedades puramente nutritivas.
Como pueden ver ya empezamos mal: si nos regimos por esta definición, no debería haber una diferencia, ya que todos los alimentos que consumimos son “funcionales”.
Una característica de los alimentos funcionales muchas veces olvidada por el consumidor medio es que estos han de seguir siendo ante todo un alimento y deben demostrar sus resultados en cantidades que puedan ser normalmente consumidas en la dieta. Es decir, no vendrán nunca en forma de píldoras, cápsulas, polvos, jarabes, etc. Dicho claramente: han de tener el aspecto de un alimento y presentarse en forma de comida.
El tema de las alegaciones de salud cada vez se considera más importante, y la opinión generalizada es que sería necesario un marco regulador para proteger a los consumidores, fomentar el comercio justo y potenciar la innovación de productos dentro de la industria alimentaria.
Habiendo repasado el panorama actual, y yendo más allá, podríamos preguntarnos si la labor de los profesionales de la salud está siendo sobrepasada por los mensajes que entrega la industria alimentaria. ¿Qué hace que una persona se quede con el mensaje entregado en una publicidad televisiva y no con el mensaje entregado por el profesional de salud?.
Para todo esto necesitamos que por parte de las autoridades competentes se siga regulando el tema, para así tener mayores estándares a la hora de exigir a la industria alimentaria mayor transparencia. Si bien son creados para beneficiar a las personas, en realidad una de las principales utilidades parte del interés de la industria alimentaria en hacer una mayor caja.
Como profesionales de atención primaria debemos tener cuidado a la hora de recomendar este tipo de alimentos, advertir por ejemplo sobre posibles riesgos en el excesivo uso que se hace de ellos, o en el reemplazo de la medicación recetada por el profesional. Esto teniendo en cuenta la gran confianza que los consumidores depositan en los mensajes a través de la publicidad y que pueden producir confusión.
Finalmente, debemos recordar a la población que ningún producto, por maravilloso que parezca, va a sustituir los beneficios de una dieta sana, variada y equilibrada. Una alimentación con dichas características, compone una dieta eficiente, por lo tanto «funcional».
Aunque comúnmente se cree que un alimento funcional es un producto enriquecido.
Existen diferentes métodos para diseñar alimentos funcionales:
- Eliminando un componente que cause un efecto perjudicial al consumidor en general o a un determinado grupo de consumidores. Ejemplos los tenemos en los alimentos sin gluten o un simple producto lácteo desnatado.
- Aumentando la concentración de un componente que previamente ya poseía el alimento en cuestión, como es el caso de determinados productos lácteos enriquecidos en calcio, zumos de cítricos enriquecidos en vitamina C, etc.
- Suplementando el producto inicial con alguna sustancia que previamente no poseía, como los productos lácteos ricos en ácidos grasos omega 3, fibra o jalea real.
- Sustituyendo un componente con efectos perjudiciales sobre un determinado colectivo. Es el caso de los productos alimenticios en los que se sustituye la sacarosa por fructosa o helados en los que se han sustituido grasas saturadas por hidratos de carbono no solubles.
- Alterando la disponibilidad de alguno de los nutrientes presentes en un alimento, con el fin de obtener un efecto positivo sobre la salud. Los ejemplos más claros los tenemos en los productos ricos en fitoesteroles que reducen los niveles de colesterol.
Ya es hora de ir al grano … para ir dejando las cosas en claro, ¿no les parece?
¿Son los alimentos funcionales fruto de las nuevas tecnologías?
La respuesta es si, el avance tecnológico y el conocimiento de nuevas metodologías son indiscutibles en el diseño y elaboración de nuevos alimentos. Hace unos años era impensable la existencia de este tipo de productos, hoy en día el desarrollo de la ciencia y tecnología de los alimentos ha provocado la existencia de estos alimentos en las superficies comerciales … y lo que falta por llegar.
¿Son los alimentos funcionales consecuencia de las campañas de marketing?
Esta más que claro, en los últimos años la publicidad de este tipo de productos es tal que a veces parece que son los únicos que podemos encontrar en los supermercados. Es dificil encontrar otro tipo de productos.
¿Son necesarios los alimentos funcionales?
A lo largo de la historia, el hombre se ha alimentado sin la presencia de este tipo de alimentos, por lo que podemos afirmar que no son imprescindibles ya que una dieta variada y equilibrada no los necesitaría.
Pero aquí es donde, contrariamente, a las corrientes de actuales, mi opinión difiere del resto de los nutricionistas.
La primera Encuesta Nacional de Factores de Riesgo muestra, de forma contundente, las carencias en el consumo de determinados nutrientes por parte de los uruguayos. Los resultados más alarmantes van referidos, entre otros factores, al poco consumo de verdura, legumbres y pescado, existiendo una gran carencia y desequilibrio en la ingesta de determinados macro y micronutrientes.
La consecuencia de todo esto es que las tasas de obesidad adulta e infantil en Uruguay son elevadas.
Una vez analizados todos estos datos, la pregunta que nos hacíamos anteriormente acerca de si eran necesarios o no los alimentos funcionales, paso ahora a expresarla de otra forma:
Si a pesar de tener en nuestro país todas las herramientas necesarias para llevar a cabo una alimentación sana y equilibrada, no consumimos determinados compuestos esenciales para nuestro desarrollo…
¿Es perjudicial consumir alimentos funcionales que suplan estas carencias siempre y cuando su efectividad esté demostrada?
Mi respuesta es clara:NO.
Estoy totalmente de acuerdo en que podemos comer equilibradamente sin recurrir a los alimentos funcionales… pero la realidad es que no lo hacemos.
Seamos sinceros… ¿qué porcentaje de la población uruguaya ingiere 4 raciones de pescado o de legumbres a las semana?. ¿Cuántos consumimos 5 piezas de fruta al día?. ¿Y de hortalizas y verduras?.
No seamos “más papistas que el Papa” y obliguémonos a ingerir, vengan de donde vengan, los nutrientes necesarios.
Y entonces… ¿dónde radica el verdadero problema de los alimentos funcionales?
Una de las lagunas más acuciantes que presenta el campo de los alimentos funcionales es que, durante muchos años, no ha existido una legislación internacional que abarque todos y cada uno de los aspectos concernientes a este nuevo tipo de alimentos, y esto ha acarreado graves problemas.
La gran empresa alimentaria se ha aprovechado de esta situación para ofrecer al consumidor, a través del etiquetado y la publicidad del producto, todo tipo de beneficios para la salud.
Que si bajaban la tensión, prevenían enfermedades gastrointestinales, reducían los niveles de colesterol, curaban el cáncer…todo valía…hasta que se formó una comisión científica para intentar evitar los abusos…y esto a la industria alimentaria no le gustó nada de nada.
¿Sabían ustedes que esta comisión, constituida para evitar que se publicitaran en los alimentos funcionales determinados beneficios no demostrados científicamente, se reunió durante casi dos años llegando a un acuerdo final que fue rechazado posteriormente por otras instancias“no científicas” de la Unión Europea?
¿Se pueden imaginar las presiones existentes por parte de las grandes empresas para que un grupo de políticos se negara a aceptar lo que los mejores especialistas de alimentación mundiales habían acordado?
Afortunadamente para nosotros actualmente ya existe un reglamento que empieza a hacer estragos entre las empresas implicadas en la formulación de alimentos funcionales, obligándolas a demostrar todo lo relativo a su eficacia y toxicidad con el fin de minimizar el posible fraude.
Para finalizar, mi recomendación es que sigan una alimentación saludable que es la mas “funcional” que existe y que está demostrada.
Republicado del blog Calorías Vacías, con autorización del autor.